Una vez más, Dan Brown nos sorprende con su capacidad para
mezclar la realidad con lo ficticio. Esta vez, el libro se construye sobre la
base de La Divina Comedia de Dante Alighieri y, de hecho, toma el nombre de la
primera de las tres partes de esta: el Infierno.
Pero lejos de ser un libro sobre diablos y demonios, Inferno
trata acerca de un misterioso enigma que comienza cuando el protagonista,
nuevamente Robert Langdon, se despierta en un hospital en Florencia con una
herida de bala en la cabeza y con la memoria de los dos últimos días borrada.
No recuerda cómo ni por qué llegó a Italia, las razones por las que alguien
querría matarlo y, lo más escalofriante, el motivo por el cual tiene un objeto
con un símbolo de alto riesgo biológico en el bolsillo de su chaqueta.
De alguna manera, Langdon se ve de un momento a otro
perseguido por gente que planea asesinarlo e intentando, al principio sin saberlo,
salvar el mundo. Es que, al parecer, un científico con ideas perturbadoras
asociadas al infierno y a la peste negra que azotó a Europa en el siglo XIV, defensor
de las ideas malthusianas y de los beneficios que tienen las enfermedades para
disminuir la población y de esta manera terminar con los problemas de su
crecimiento acelerado, está dispuesto a ser lo que sea para llevar a cabo sus
macabros planes.
Pero el profesor de simbología Langdon no está solo: a lo
largo de su camino se encontrará con una gran cantidad de personas que dicen
querer ayudarlo. No obstante, no es fácil saber en quién confiar cuando se tiene
amnesia.
Inferno, cargado de símbolos, arte y ciencia, nos arrastra
hasta Florencia para comenzar un largo recorrido por algunos de los más
celebres edificios europeos. Nos habla de grandes obras artísticas y de sus
autores y nos hace plantearnos el papel de la ciencia en nuestras vidas, tanto
en el presente como en el futuro. En definitiva, Dan Brown ha superado
nuevamente mis expectativas.
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