"Para viajar lejos no hay mejor nave que un libro" Emily Dickinson.

La chica del tren (Paula Hawkins)


Rachel, una mujer alcohólica y divorciada, tiene una vida monótona y aburrida. Aunque perdió el trabajo hace meses, todos los días toma el tren rumbo a él para que su hospedadora no se entere y no la deje sin hogar.

Los viajes en el tren son siempre iguales: las mismas casas, la misma basura al lado del riel, el mismo semáforo. Además, le recuerdan su vida cuando era feliz. En esos tiempos, Rachel vivía en una de esas viviendas que ahora observa por la ventana con su exmarido, Tom. Pero la relación con Tom se rompió por su obsesión con la bebida y, aunque ella nunca pudo superarlo, él rehízo su vida: tiene una nueva esposa, Anna, y una hija. Rachel abandonó la casa; Tom sigue en ella con su nueva familia... 

Pero claro, el viaje en ferrocarril también tiene algo lindo. Es que Rachel ha inventado una vida tremendamente feliz y perfecta, con todo lo que ella no tiene en la suya, para un matrimonio que vive en otra de esas viviendas al costado de las vías del tren. Los nombres creados por la imaginación de la protagonista para la pareja de afortunados son Jess y Jason.

¿Pero qué pasaría si la vida de Jess y Jason no fuera tan perfecta como parece? ¿Qué pasaría si la belleza de las casas y sus jardines escondieran un mundo de peleas, mentiras y violencia? Uno de los días Rachel ve a Jess besarse con otro hombre ¿Está siendo infiel la mujer de sus sueños?

El mundo imaginario perfecto de Rachel se desmorona cuando Jess, cuyo nombre real en Megan, aparece muerta. Y eso no es todo: la noche en que Megan muere Rachel había tomado de más, había despertado con sangre en la cabeza y con un vacío en su memoria. No recuerda nada coherente, pero los flashbacks le dicen que ese día ella había andado rondando por el barrio. Y que había visto a Tom.

Rachel necesita saber si ella tuvo algo que ver en esa muerte. Si Tom estaba ahí ese día. Pero sobre todo, debe averiguar quién fue el asesino de Megan. ¿Su amante? ¿Su esposo?

Sacar a luz una mentira suele ser difícil cuando hay una muerte en el medio. Pero las cosas se complican aún más cuando no se tiene memoria. Rachel recorre el camino de la verdad a tientas. Pero no solo el de la verdad del asesino, sino también la de su propio pasado. 

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